La peculiar forma de las espigas, con una punta muy dura y largos penachos, constituye un ingenioso sistema para que solo pueda desplazarse hacia delante cuando entra en contacto con el pelo del animal. El gran problema y peligro es que a menudo la espiga entra en contacto con la piel del perro y con el mismo sistema de desplazamiento literalmente se introduce dentro a la mascota.
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